martes, 31 de diciembre de 2013

Pancitos de queso


Para despedir el año, armé estos pancitos de queso. Esta receta es de Jimena Monteverde, espero que la hagan y compartan! Salen mas o menos 20 pancitos. 

250 gr. Harina 0000 (yo use leudante)
1 Taza de Queso rallado finito (yo use pategrás)
100 gr. Manteca (fría)
Sal a gusto
10 cdas. de agua helada
Semillas de Amapola para decorar (agregado mío)


Mezclar la harina, la sal y el queso rallado en un bol. Agregar la manteca fría y con la mano trabajarla hasta que quedo arenoso, agregar el agua helada y formar la masa.  
Queda una masa dura. Hacer bolitas y aplastarlas con el tenedor. Decorar con semillas de amapola por arriba. 
Horno: Fuerte, por 5 a 8 minutos o cuando estén dorados


Buen año!!!

Naturalita

lunes, 30 de diciembre de 2013

Catorce razones

Mis catorce razones:


2013. Año de creación, finalización y abriendo caminos


Enero - Mayo 
La Biblioteca queda bajo agua y trae aprendizajes, experiencia y crecimiento profesional.
Amigos son testigos de nuestra convivencia. Amor para rato ♥, crecimiento, comprensión, deseo.
Vienen buenas noticias en Enero, mi hermana esta embarazada ♥. Se agranda la familia y el corazón.

Junio - Septiembre
Llega el número 30 en mi vida. Y me convierto cada día más en una mujer.
Suenan trompetas de gloria!! En Julio me recibo de Bibliotecóloga.  Suspiro y me relajo luego de 5 años de estudio, luego de tanto esfuerzo, dedicación y constancia. 
Feliz de cerrar esta etapa, que me trae mas aliento, fuerzas y ganas.

Octubre - Diciembre
Se abren caminos. Surgen proyectos y desarrollo en la biblioteca. 
En octubre, un día bien Peronista, nace él, Lorenzo. Y trae luz, sonrisas en nuestros rostros y paz.
Noviembre nos lleva a la tierra de las aceitunas y el vino. La Rioja nos muestra su mejor cara. 
Diciembre caluroso y festivo, espera el 2014.

Tengo el tiempo en mis manos, estoy lista para seguir creciendo y disfrutando de la vida, de lo que me quita y me da.


Momentos del 2013




Buena vida! 


Naturalita


viernes, 26 de julio de 2013

Pasaje a Lisboa


Hartos de viajar, tiramos nuestras mochilas en un empedrado donde nos dejo el colectivo, lo primero que hicimos fue mirar el cielo. Era igual al que vemos en Buenos Aires, pero para nosotros ese cielo era más antiguo, más extenso. Sentados todavía en el suelo de la calle, respiramos fuerte y eso hizo que nuestros ojos se cerraran repentinamente. Sin mirarnos, ambos estábamos en la misma posición y con la cabeza hacia arriba. Todavía con los ojos cerrados, hice un movimiento con mi mano, buscando la tuya. Tantos años queriendo viajar juntos y ahora estábamos en Lisboa. Cuántas noches nos quedamos a oscuras en la cama hablando de nuestros deseos de conocer, de perdernos en esta ciudad. Hice un movimiento y rozamos las palmas, atinando a hacer lo mismo. 
Los bocinazos hicieron desconcentrarnos y bruscamente nos levantamos para aprontarnos a la vereda.
Quede callada y pensaba en el momento único de llegar a un lugar extranjero. Cuánta gente llega a un sitio nuevo y corre al hotel como para protegerse de lo desconocido. Lisboa para nosotros era como llegar a lo más lejano de nuestro pensamiento, era realmente un lugar extraño y añorado, por eso, cuando llegamos quisimos conectarnos con el aire de la ciudad, hicimos una pausa, olimos los aromas, escuchamos los ruidos, la música y los silencios.
Siempre nosotros colgados, nos quedamos riendo en la vereda, y así pasamos unos cuarenta minutos desde que el colectivo nos dejo ahí, todavía nos faltaba buscar un lugar donde pasar la noche, almorzar algo - nos moríamos de hambre - y no queríamos que el día se nos pase volando, como sucede siempre que estamos juntos.
¡Cuántos problemas nos traía el tiempo!, que nunca se detenía. Solíamos ignorar lo que pasaba en el mundo externo. Siempre fuimos capaces de construir una burbuja que nos separará de la realidad. Sólo nos importaba andar juntos por la calle, reírnos de alguna de tus payasadas o simplemente jugar al cíclope.
- Nunca dejemos de ser novios - me dijiste aquella vez acostados en la cama de tu departamento en Villa Urquiza. Nunca deje de pensar en tus palabras, cuánta razón tenías al decirlo y con cuánto amor lo dijiste. Recuerdo que tomábamos mates, cuando planeamos este viaje, capaz que pensábamos que nunca lo concretaríamos, mas allá de lo económico, por que pensábamos que estas cosas estaban muy lejanas para nosotros, pensábamos que estos viajes a Europa los hacía la gente con salarios disparatados y casas con autos y perros Caniches. Ese día, vos te quejabas de la bombilla que no quería funcionar y decías - esto no anda – y yo reía sin ganas, y comenzaba el juego de risas interminables hasta que yo terminaba tirada en el piso riendo en una posición extraña. Volvíamos con el mate y nos preguntábamos por que reíamos así, ninguno podía explicar la situación, hasta que yo hacía el juego de repasar las últimas acciones volviendo los pasos atrás con la memoria y lograba recordar. Después, terminábamos comentando lo poco que necesitábamos para divertirnos, y así se desarrollaban nuestras charlas de mate y hablábamos de nuestro amor sano, justo, sincero. Y precisamente en una de esas charlas nació nuestro viaje, no tan sólo lo considerábamos un viaje de placer o un viaje cultural; era como un viaje al amor. Reíamos y decíamos que habíamos sacado el pasaje en Potrerillos bajo estrellas infinitas, inalcanzables, fugaces destino a… solíamos nombrarlo infinito particular.
Viajar al amor, un sitio que decías no haber experimentado y que yo solía decir que tampoco. No de este modo, nunca había hecho un viaje tan sencillo y puro, con tanto para recibir y para dar, un viaje a lo más profundo y limpio de nuestro ser. Nunca olvidaré tus palabras - ahora sé que es necesario amar -.
Levantamos nuestras mochilas y empezamos a consultar los mapas que habíamos llevado, debíamos encontrar un lugar antes de que anochezca. Nos costaría un poco la comunicación, nuestro portugués era escaso, y aunque a mi me gustaba mucho, nunca fui buena con los idiomas.
Empezamos a caminar sin rumbo. Luego de un rato de caminata vos señalaste un almacén que llevaba una nota de alquiler en su vidriera. Entramos y el señor nos informó que alquilaba una habitación a viajeros. Me alegre de saber que siempre tuviste una vista privilegiada, de ser por mí nunca lo hubiéramos encontrado.
El señor nos indico que esperáramos al cierre del local, sólo tardaría 20 minutos, así podría mostrarnos el lugar con tiempo. Accedimos a esperar en la puerta del almacén, teníamos mucha hambre, así que pensamos en comprar algo para paliar la espera. Entraste al almacén. Te vi mientras mirabas los productos. Tenías un aire cansado, pero un cansancio alegre. Te miraba, te veías guapo y no podía dejar de pensar en tu buena compañía. Que privilegiada me sentía.
Era un almacén viejo. Trajiste unas galletas, que estaban muy sabrosas. Por fin, el señor apago las luces, caminamos unas cuadras hasta la casa y muy amablemente nos mostró las instalaciones. Era una casa grande, cercana a un centro comercial, y al entrar sentimos un aroma exquisito a comida. Adoro los olores de los lugares, soy muy memoriosa con el olfato, no sé cual será la razón.
Sólo tenía una habitación para alquilar, al entrar vimos que tenía una cama grande, más grande que la de tu departamento. No es que me quejára, pero llamaba mucho la atención el tamaño. Lo que más nos gusto era que una ventana enorme permitía pasar el sol e iluminaba toda la habitación. No nos mataban con lo que pedían así que decidimos quedarnos. Los dueños de casa nos hicieron sentir a gusto.
Cerramos la puerta de la habitación, y nos tiramos en la cama para probar cuán cómoda era, hacía algo de ruido pero no iba a traernos eso un problema. Estábamos contentos de haber encontrado rápido un lugar agradable. Nos besamos por largo rato, como de costumbre, hasta que vos dijiste que era buena idea recorrer el barrio donde estaríamos viviendo antes de que acabara la luz del día. Dejamos nuestras cosas tiradas, propusiste llevar una mochila y poner todo lo que precisaríamos en el camino, no me opuse, quería evitar luego la queja que se produciría al meter la mano y encontrar cosas que solo ocupaban lugar, cosas que no eran necesarias. Agarramos la cámara fotográfica para aprovechar la salida y hacer algunas fotos. En Buenos Aires, te había contagiado el gusto por la fotografía y sabías expresarlo bastante bien. Éramos sólo unos aficionados del arte de captar imágenes fijas.
Hicimos nuestro primer pago, dejamos nuestros datos personales y salimos. Agarrados de la mano, andábamos como quien no sabe donde va. El día estaba con un sol resplandeciente, en el apuro olvidaste tus anteojos de sol y te pasaste toda la tarde rezongando. Sugerí comprar unos nuevos, los que tenías pronto terminarían de romperse. No encontramos nada abierto, parece que era la hora de la siesta.
Caminamos y buscábamos el mar en cada paso. Me habían dicho que la primavera era particular en Lisboa, los días se alargaban y una luz especial iluminaba las calles, nosotros disfrutábamos de la caminata, asombrados por cada cosa que veíamos, las construcciones, la gente, los carteles, los autos. Un silencio invadía nuestra paz. Ninguno de los dos decía nada, no eran necesarias las palabras. Entramos a una calle empinada, muy angosta y en la esquina nos besamos. Haciéndote el romántico, me dijiste que me darías un beso en cada esquina con farol. Yo sonreí.
Se hacía de noche y no quisimos alejarnos tanto de la casa, era un día de semana y en las calles ya quedaba poca gente. Yo insistí en tomar algo en un café de por ahí, y vos con un ademán dijiste – vamos, busquemos un café de esquina -. Sabías muy bien que yo adoraba visitar cafés, me gustaba fotografiarlos, especialmente los cafés de esquinas llenos de ventanas.
Encontramos uno recién a la tercera cuadra que caminamos. Al entrar dimos cuenta de que era un lugar de viejos, en su mayoría hombres. Lo que se escuchaba parecía música de otros tiempos. Nos sentamos en una mesa que daba a la calle. Ambos disfrutábamos de observar a la gente, sus movimientos, sus gestos. Podíamos pasar horas. Vos pediste dos cafés, el mozo nos sonreía. Quizá no sea un bar donde frecuentan viajeros - pensé yo.
Mientras daba el primer sorbo de café tomaste mi mano y me miraste. Siempre me gusto la forma en que me mirabas, esos ojos azules decían más que tus palabras. Yo te miraba y entendía todo, estabas loco por mí, y no hacía falta explicarlo.
Saque unas fotos a unos viejos que reían, al cajero contando dinero y luego, aburridos del café, donde no sucedía más que charlas, nos fuimos a la casa para ordenar nuestras cosas, que habían quedado todas tiradas.
Al llegar, los dueños nos convidaron al parecer unos pancitos, como dándonos la bienvenida a la ciudad y nos enseñaron a su familia. Nosotros estábamos felices de ser atendidos tan amablemente, recuerdo que vos no podías creer tanta cordialidad. Eran dos niños pequeños, el señor, la señora, y la abuela que ya era bastante mayor.
Hablábamos poco, yo sentía vergüenza de mi pronunciación, y sin querer combinaba la lengua española con la portuguesa. Vos te reías de mí, me inhibía y entonces callaba.
Nos invitaron a cenar con ellos - eran sumamente generosos – habían preparado unas pastas, con una salsa rara, pero bastante gustosa. Yo no di vueltas para comer, tenía mucha hambre.
Fuimos a la cama y rendidos a la almohada no pronunciamos ninguna palabra más. Nuestra primera noche en Lisboa se fue volando con total somnolencia.
A la mañana siguiente, te desperté con besos y canciones. Vos seguías con modorra y no querías levantarte. Comencé a protestar, y de un salto dejaste las sábanas. Mientras me daba una ducha, preparaste el agua para poner en el termo. Decidimos salir a desayunar por las calles, con el mate bajo el brazo. Saludamos a la familia y salimos rápidamente para no perder ni un minuto más del maravilloso día que prometía.
Cuando salimos, yo abrí el mapa para ver hacia donde podíamos agarrar. caminamos, nos pedimos, preguntamos, conocimos, sacamos fotos, descubrimos a un Lisboa cultural, probamos comidas y seguimos caminando. 
Queríamos conocer algún museo, el primero que encontramos fue el Museu da Cidade. Hacia allá fuimos, tomamos el trolebús, nos parecían tan pintorescos que queríamos probarlos. Medios perdidos nos bajamos del trole, consultamos la dirección y estábamos a pocas cuadras. Buscaba un cigarrillo en mi bolso cuando al levantar la cabeza ya no te vi. Empecé a buscarte con la mirada, luego di la vuelta. No estabas. Pensaba que seguro sería una de tus bromas, que de pronto aparecerías para asustarme, pero no aparecías. Ya comenzaba a estar intranquila. Me fume el cigarrillo sentada en una parada de ómnibus, para ver si te veía por algún lado, intente no alejarme del lugar del desencuentro. Me puse los lentes para estar más atenta, y de pronto te vi junto a un artista callejero que tocaba su guitarra. Siempre dedicaste un poco de tu tiempo a los artistas. La música siempre fue tu forma de expresarte. Ni siquiera me buscabas, estaba muy enojada, vos te reías porque decías que hacía un gesto raro cuando estaba enfadada. todavía ofendida te di la mano y seguimos caminando....


Lisboa, antes de conocerte te soñé. Sin verte ni tocarte, te recorrí. A través de sus palabras, Fernando Pessoa me trajo hasta aquí.


Naturalita